martes, 27 de octubre de 2009






BAJA VISIÓN






Esta vez vamos a desarrollar el tema de la problemática de baja visión en niños. Nos resulta muy interesante saber cómo trabajar con estos niños desde nuestro futuro rol como Psicopedagogas.
Primero vamos a exponer brevemente como se da el desarrollo normal de la visión, así como también las primeras adquisiciones visuales por parte del niño, para después centrarnos en la problemática propiamente dicha.
Esperamos que a los que buscan informarse sobre este tema les sirva lo que les ofrecemos.

Desarrollo normal de la visión
Existe una gran variedad en la capacidad visual entre niños y adultos. La secuencia normal del desarrollo visual se caracteriza por la emergencia de varios esquemas fisiológicos y de conducta. Las habilidades funcionales aparecen en un orden consistente aunque fluctuante. Una sucesión de funciones provee un marco de referencia que permite comparar el desarrollo visual de los niños aun existiendo alteraciones en el sistema visual.




En los primeros cinco años de vida la progresión del desarrollo normal de la visión va de una a otra función superponiéndose una con la otra. Una función visual específica puede aparecer temprano o tarde o reaparecer periódicamente antes de estabilizarse. La intensidad y variedad de la estimulación para mirar influencia el desarrollo en los sistemas visuales y viso – motor.
Todo el sistema nervioso está inmaduro en la primera infancia y el nervio óptico no está completamente mielinizado; los componentes periféricos del sistema visual maduran antes que la zona muscular de la retina. Aunque la visión de la fóvea funciona al nacer en cierta medida, puede estar menos desarrollada, hecho que surge de la idea de que sólo el movimiento y las formas gruesas son percibida. Aún así, los bebés tienen conciencia de sensaciones visuales y comienzan a recibir una cantidad grande de información visual.
Los músculos ciliares son débiles y no pueden controlar la fijación, no enfocándose los objetos. La persona con pobre visión, carece de control y ve turbio. En este nivel primitivo la luz produce una reacción y la luz brillante provoca una constricción de la pupila, reflejo que depende de la recepción de luz por la retina y el nervio óptico.
En pocas semanas el bebé comienza a mirar cosas más complicadas, puede distinguir a su madre de un extraño y una cara le provoca una sonrisa o miedo. Pronto los ojos pueden fijar y seguir un objeto que se mueve lentamente a 60-90 cm de su cara. Objetos con más detalles y de mucho contraste atraen más su atención por más tiempo. Se observa la fijación en objetos que se mueven a 60-90 cm, realizando suaves movimientos de ojos, y cuando comienza el desarrollo de la visión bi-ocular los ojos siguen a las personas en movimiento.

La acomodación a distintas distancias aumenta la habilidad para ver objetos que se mueven a 2,50-3 mts. Tratar de alcanzar objetos indica que la discriminación y el reconocimiento del medio está ocurriendo y que existe, en alguna medida, la percepción de profundidad. Pronto se advierte la flexibilidad de acomodación y la capacidad de convergencia y el mirar toma más tiempo y refleja la aparición del “control volitivo” de dirección de la mirada basado en la memoria de experiencias previas. El desarrollo de este seguimiento intencional lleva a la adquisición de esquemas espaciales y de posición, en oposición a los elementos aislados y sin significado que antes poseía.

Los bebés miran y examinan sus manos y las cosas que tienen en ellas con aparente fascinación. La coordinación ojo-mano se desarrolla cuando se toman objetos más pequeños y se los examina cuidadosamente. A medida que la fóvea continúa su desarrollo, la agudeza llega más o menos a 20/200 y se estabiliza la visión bi-ocular y la percepción del color. La acomodación permite seguir visualmente a los objetos en profundidad y a mayor distancia. Buscar un juguete con una mano, mirar uno u otro, y dar vuelta la cabeza al tirar algo demuestra que la coordinación viso-motriz aumenta. El esquema viso-motor ojo-mano y ojo-objeto se integran con el esquema táctil motriz ya que las variaciones en texturas, pesos y temperaturas son notadas.

Nuevos comportamientos visuales
La discriminación y el reconocimiento del contorno y detalle en dibujos bidimensionales y la memoria de lo que se ha visto previamente son indicativos de un rápido progreso en el desarrollo visual. Mirar y ver se acompañan de movimiento y acción. A medida que comienzan a surgir nuevas conductas visuales, tales como mirar y tratar de encontrar un objeto que se cae, sonreír y vocalizar frente a un espejo, atender a detalles cada vez más complejos, la fóvea continúa desarrollándose y la agudeza visual llega a un 20/100 aproximadamente.



Cuando se logra una mejor convergencia aumentan los movimientos corporales y las respuestas a estímulos visuales. La conciencia de la posición de los objetos en el espacio y de su relación con otros objetos indica que el desarrollo perceptivo –visual comienza a integrarse con el desarrollo social y cognitivo. Una mejor integración de la información espacial y estabilidad en la constancia de objeto se refleja por la compensación por la distancia en el cálculo de tamaño.
Las funciones visuales normales en la primera infancia cambian y aumentan constantemente. Se hacen toda clase de juegos visuales y la imitación visual se encuentra en su punto más alto. El garabato es espontáneo y se ubican en los libros láminas de objetos conocidos. La construcción de torres con dos cubos y juegos de encastre revelan una fina coordinación mano-ojo.
En este momento es posible discriminar, reconocer y percibir una gran variedad de figuras, el contraste de la intensidad entre figura y fondo, perspectiva de lejos y cerca y una secuencia lógica de acciones presentada en figuras. Rápidamente se expande el mundo visual a través de la movilidad independiente y la experiencia que se adquiere con juguetes y libros.
El desarrollo, durante esta fase, va rápidamente del control fisiológico de los movimientos del ojo, de la acomodación, la convergencia y refinamiento y claridad de la agudeza visual, a la percepción visual. Como la agudeza, la percepción depende de la integridad de toda la retina y de las conexiones corticales.
La memoria visual es evidente cuando el niño busca el juguete perdido, apareja cubos de colores y le da nombre a los dibujos que ve. Pronto se observan los detalles en las láminas, las diferencias de colores y se responde cuando se pregunta “¿dónde?”, “¿qué?”.
Durante el rápido período expansivo del desarrollo visual, entre los 3 y 4 años, se produce la organización de las percepciones visuales y se originan los funcionamientos visuales específicos. El mayor desarrollo de la memoria visual facilita la diferenciación y el reconocimiento del todo por una parte y viceversa, lo mismo que la percepción de elementos parciales en relación con el todo. Surgen las percepciones visuales organizadas cuando al identificar semejanzas requiere sólo exploraciones que indican que las cosas se ven, íntegramente, de una mirada. Alrededor de los 4 años el niño tiene dominio más completo de la coordinación mano-ojo, ejercitando control visual de la exploración y manipulación. A los 5 años puede discriminar, reconocer y percibir semejanzas y diferencias en figuras abstractas y en representaciones como dibujos completos, letras y números.


Hablar de relación entre las figuras abstractas y los objetos reales aumenta la interpretación visual. El uso de símbolos de tamaño grande hace más fácil el reconocimiento visual y se puede dirigir la atención al análisis e interpretación de números y letras. Se reconocen las letras agrupadas en palabras y cortas oraciones, aún si se disminuye el tamaño.

BIBLIOGRAFÍA: “Baja Visión: Programa para desarrollar eficiencia en el funcionamiento visual”. Natalie Barraga – June E. Morris. Argentina, Córdoba, 1983.

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